jueves, 7 de septiembre de 2017

El gurú de la autoayuda


Todo sucedió tan rápido que todavía no logro entender lo qué pasó. Escribo esto con la esperanza de ordenar mis ideas y tratar de discurrir una solución.

Juro que el embrollo empezó de una manera totalmente inocente. Yo estaba apoyando en la organización de un evento profesional, una de esas labores que uno realiza sin poner demasiada pasión, más por no perder una amistad que por verdadera vocación. Solo estaba ayudando en los arreglos previos, probando sistemas para los eventos del día siguiente. Allí fue cuando vino uno de los encargados del auditorio, visiblemente alterado. El conferencista de esa noche, había tenido un contratiempo y no podría presentarse esa noche. El auditorio estaba lleno y ya estaban retrasados, con la gente impaciente. Avisar en ese momento que la conferencia programada se suspendía hubiera causado un tumulto de proporciones. Alguien entonces sugirió que yo podría tomar el lugar del ausente en el escenario. De repente me vi rodeado de cuatro o cinco personas que me trataban de convencer de que era la mejor opción, de que sólo se trataba de seguir la presentación que había dejado lista y de dar la cara en una emergencia.

Acepté sin saber a lo que me exponía, a cambio de un certificado y una pequeña retribución. Una vez confirmada mi participación, pedí el archivo de la presentación para al menos darle una ojeada antes de salir. Al instante me di cuenta de mi error. El tema de la conferencia era sobre autoayuda, el título era una de esas variaciones del “tú puedes”, y el archivo de presentación se limitaba a unas cuantas fotos sin aparente relación entre sí, no muy diferentes a lo que uno encuentra al buscar fondos de pantalla para el computador. No tuve tiempo de retractarme, ya estaban anunciándome y tres personas me empujaban hacia el escenario.

Sin saber muy bien cómo, me encontraba de pie en un auditorio lleno de gente que esperaba palabras que les cambien la vida, y que me escucharían con el respeto con el que se escuchaba a los profetas bíblicos. De repente tuve ese instante de claridad, que confundí en ese momento con iluminación. Sentí que el destino me había llevado hasta allí para acabar con la plaga de la autoayuda, que podía, como Cervantes, acabar con las novelas de caballería con una parodia que ponga al descubierto su irrealidad. En cuestión de un segundo, ya había recordado todas las anécdotas que tenía recolectadas sobre Abu Navid, las inconsistencias de los famosos autores y la forma de refutarlos utilizando la lógica y el sentido común. Que la conferencia resultara dispersa y tal vez contradictoria ayudaría a reforzar el verdadero mensaje, pensé yo, que la haría que la gente se dé cuenta de lo falso de la situación.

Como se estila, comencé haciendo una pregunta general: ¿Cuántos de ustedes quieren tener felicidad? Muchos levantaron la mano. ¡Pues no! ¡Ustedes no sabrían qué hacer con la felicidad! Les contaré una historia: Un hombre rico se dio cuenta de que no era feliz, y llamó al famoso maestro Abu Navid. Muéstrame la forma en que seré feliz, no importa lo que cueste, le dijo al llegar. Te mostraré a tres personas felices y tú encontrarás el camino a la felicidad, le dijo el maestro. Abu Navid llevó al rico a un campo donde estaba un niño jugando. - He aquí a la primera persona feliz, dijo. - ¿Quieres acaso que sea como el niño, sin responsabilidad alguna y sin conocimiento de la vida? - Esta es la primera lección: la felicidad significa olvidarse de todo, debes estar dispuesto a ello si quieres ser feliz.
Luego lo llevó a la ciudad donde le mostró a una mujer que cantaba mientras abrazaba a su pequeño hijo. He aquí a la segunda persona feliz, le dijo. El rico le dijo que esa felicidad le duraría poco, pues el niño crecería y la abandonaría, y haría cosas que no agraden.  - Esa es la segunda lección: la felicidad tiene un precio que no se paga en dinero. Abu Navid llevó al rico a la parte más pobre de la ciudad, donde le mostró a un anciano loco que se revolcaba en la basura. - Aquí tienes a la tercera persona, le dijo. - De ninguna manera voy a ser como ese pobre loco, dijo el rico. El maestro se despidió entonces del rico: Es por esto que no hallarás la felicidad, porque no quieres perder nada de lo que tienes y no aceptas la felicidad en otras personas.

Al narrar este ejemplo me sentí dueño del escenario y ya nada podía detenerme. Entonces ustedes, como el rico del cuento, quieren que la felicidad se adapte a lo que ustedes quieren, en realidad ustedes no buscan la felicidad, buscan algo que se acomode a sus caprichos. Por eso todos los libros de autoayuda no los ayudarán, ellos también confunden la felicidad con el dinero: “Piense y hágase rico”, Padre rico, padre pobre” son títulos que ustedes encontrarán, donde les querrán convencer que la felicidad incluye una abultada cuenta en el banco.

Otra cosa de la que nos quieren convencer los autores de estos libros es qué hay reglas para el éxito. Repítete a ti mismo siete veces al día lo bueno que eres y triunfarás, sigue estos siete hábitos de la gente exitosa y serás uno de ellos. Pues señores, les tengo malas noticias: hay tantas maneras de tener éxito como personas en el mundo. Y por una sencilla ley de proporciones, no todos lo obtendrán. ¿Quieren otra historia de autoayuda? Un gurú de autoayuda tenía un pollo al que repetía todos los días “puedes volar, tienes alas, eres como un águila”. Por supuesto, el pollo nunca voló. Peor aún, el pollo le dijo a su dueño “me pides que sea como un águila pero jamás he visto una”, así que el dueño lo llevó al campo y le enseñó en lo alto a un águila. El águila descendió velozmente y se llevó al pollo entre sus garras para comérselo. Hasta aquí el ejemplo, y aprovecharé para una pequeña reflexión: ¿Han notado que los autores de autoayuda quieren compararnos con el león, el tigre, el águila o algo semejante? Pues les diré algo, todos esos animales están peligro de extinción, porque nada gusta tanto a los hombres que eliminar a los mejores, mientras más éxito tengas, más gente habrá que quiera acabar contigo. Piensen si el éxito es algo tan deseable.

Aquí me detuve un momento y miré a la audiencia. Realmente me habían prestado atención, y estaban pendientes de mis palabras. Me di cuenta del porqué tantos caen presa de esa droga que es la popularidad y la adulación. Y aún me quedaban muchos minutos de conferencia. No podía hacer otra cosa que seguir.

Otra cosa que no nos dicen los autores de autoayuda es el verdadero fin de sus esfuerzos. Es el dinero. El puro, egoísta, materialista dinero. Estoy seguro que si la autoayuda no diera dinero, todos esos autores se dedicarían a otra cosa, a las ventas con seguridad. Porque lo que quieren es vender. Los libros y conferencias se convierten en dinero, al igual que los likes y compartir en los que ustedes caen diariamente en el Facebook, sepan que cada click y compartir de esos videos, imágenes y memes se convierten en dinero. ¿Algunas vez han visto ustedes alguna vez una noticia que diga algo así como “La señora X recibió tal cantidad de dinero producto de sus likes en Facebook para su noble causa”? No ¿verdad? Es porque el dinero de sus clics no le llega nunca y se queda en los “community managers”. Otra historia: Un niño era abusado por sus compañeros en la escuela. Su madre pudo verlo una vez y lo grabó con su celular. Al día siguiente el niño regresó golpeado y sucio. No te sientas mal, le dijo su madre, mira cuántos likes obtuviste en Facebook. Y estoy seguro que muchos de los aquí presentes piensa así, que con los likes han solucionado el problema.

Recuerdo que conté aún otras historias, como la de la caja de Abu Navid, y la historia de la vaca que corría más que un auto. Al final de la conferencia me sentía como un rockstar bañado de aplausos. Me sentí un triunfador, todo un gurú. A la salida me esperaba un grupo de gente para felicitarme y decirme que me admiraban y seguirían mis consejos.

Y ese es el problema. Ahora me están llamando para dar otras conferencias, quieren que escriba artículos, tal vez un libro, quieren convertirme en eso que criticaba esa noche. Y me ofrecen la mejor razón que tienen, que es el dinero. Y no veo forma de salir de esto. Incluso si declarara que en realidad soy solo un tonto al que una noche pusieron en un estrado, si dijera que todo es mentira, dirían que es mi forma de enseñar y que soy un sabio modesto. Es que así funciona el mundo.

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