jueves, 8 de junio de 2017

Mis vidas pasadas



Tratando de resolver uno de los grandes misterios de la humanidad, que es saber cómo es posible que haya gente así de tonta en el mundo, se me ha dicho que lo mío es una extraña predisposición genética, una mutación tipo X-Men, o simplemente una probabilidad casi imposible, acompañada de una innegable vocación. Otra explicación un poco más mística que ha formulado un amigo que dice que yo puedo competir con tontos de talla mundial (o sea que soy algo así como el Messi de los tontos) es que estoy pagando los pecados de mis vidas pasadas.

Debo aclarar que no creo en la reencarnación, y esta teoría me parece un insulto, un intento de quitarme originalidad e ignorar el esfuerzo que cuesta ser un tonto en una sola vida. Pero, me dicen que mi espíritu científico no puede negarse a la posibilidad, cuando ahora se ofrecen servicios de prestigiados chamanes que te hacen recordar las vidas pasadas.

Sobre el tema de las regresiones a vidas pasadas, siempre me ha parecido sospechoso que la gran mayoría de los que dicen haber tenido alguna han resultado ser personas importantes en su anterior reencarnación. Casi todos fueron de la nobleza, grandes sacerdotes, nadie dice algo como “en mi vida anterior fui campesino de la tribu de los huitotos” o “fui un mendigo que se sentaba en la plaza de Katmandu”.

Aquí en el Perú tenemos varias formas de saber lo que hemos hecho antes de nacer en este tiempo, incluyendo verificar en las oficinas estatales las deudas pendientes en el sistema financiero, donde siempre aparecen cosas que has hecho en vidas anteriores y en lugares donde nunca has estado. Pero no, mis amigos quieren probar la teoría en vivo. Obviamente, yo no recuerdo mucho de lo qué pasó en la sesión, pero me dicen que mi historia estaba tan buena que todos los presentes se revolcaban de la risa, e incluso me ofrecieron otro viaje a precio rebajado con la condición de darle tiempo a llamar gente y cobrar la entrada esta vez.

Haciendo recuento de mis vidas pasadas, resulta que soy un tonto de antiguo linaje y rancio abolengo, pues todas mis vidas anteriores han sido gobernadas por la tontería. Dicen los que estuvieron en la ocasión antes mencionada – sobre todo el que se puso a apuntar todo – que he vivido una treintena de vidas y he sido un tonto en cada una de ellas. Mi vida anterior más famosa fue en la antigua Grecia, donde fui el famoso filósofo Crísipo de Solos, que se especializaba en decir y hacer tonterías, como cuando filosofando defendía una idea y acababa argumentando en contra de sí mismo. También escribía mucho, pero nada de ello se ha conservado hasta hoy, con lo que nos hemos perdido de sus sabrosos textos. Tal vez es por eso que yo también escribo y con dos respaldos además. La última y más famosa de sus tonterías fue la de darle a beber vino a un burro para ver cómo tropezaba y caía, con tan cómicos resultados que las carcajadas le produjeron la muerte, dando origen a la expresión “muerto de risa”.

Otra de mis vidas anteriores fue la de Garcí Calatayudano, marinero español que trató de llegar al Perú a principios del siglo XVI. Y digo que trató porque nunca hubo pruebas hasta ahora de que realmente haya llegado a estas tierras. Resulta que Garcí era un tonto a quien no podía encargársele tarea tan sencilla que no pudiera hacer mal. Se dice que se hizo marinero debido a que nadie lo quería en su pueblo y un día amaneció misteriosamente a bordo de un barco. Allí se hizo conocido por el empeño que ponía en sus tareas. Le ordenaron amarrar las velas, y lo hizo con tal pasión que sus artísticos nudos no podían ser desechos. A la hora de limpiar la cubierta, descubrió las virtudes disolventes del alcohol sobre las manchas difíciles, y casi acaba con el ron antes de que los demás se dieran cuenta. El capitán del barco tomó la sana decisión de abandonarlo en el siguiente puerto, donde Garcí se las arregló para abordar otro navío, que lo llevó hasta el siguiente puerto, donde fue abandonado por razones parecidas. A poco de su llegada a Panamá ya era conocido como el marinero más tonto de Las Indias y Europa, y fue enrolado en una de las expediciones de conquista del entonces mítico Reino del Sur, con la esperanza de que fuera la primera baja contra los indígenas. Durante el viaje en barco, se le ordenó tirar redes para pescar, a falta de una tarea mejor, pero al no lograr nada, pensó que sí los gatos gustan del pescado y son cazadores, bien podría funcionar arrojar uno al mar para que cace unos pescados. El castigo esta vez fue abandonarlo en una isla que encontraron de camino. Allí sobrevivió comiendo pescado y huevos de aves hasta qué pasó el siguiente barco que lo recogió y lo abandonó igualmente en la siguiente isla. Poco a poco fue llegando cada vez más al sur, siendo ya conocido como “el naufrago”, inspirador sin duda de la historia de Robinson Crusoe. Aquí la historia pierde su rastro, pero sé ahora que la última isla en donde fue abandonado no estaba lejos de la costa, adonde pudo llegar nadando, con tan mala suerte que al llegar a la playa fue mordido por una tortuga, que le dejó una herida que al infectarse causó su muerte.

Otra de mis vidas, de gran éxito entre los presentes a la sesión de regresión fue la de Kenosuke, un samurai del señor Toshiuda, a quien le fue encargado durante la era Meiji hacer los preparativos para recibir al shogun y al embajador norteamericano, demostrando tan poca capacidad para la tarea que el maestro de ceremonias venido de Yedo se quejó ante Toshiuda de que Kenosuke “era un tonto”. Toshiuda mandó llamar a su samurai, y le ordenó seguir las órdenes del maestro como si fueran las suyas propias. La primera orden del severo maestro fue “que dejara de ser un tonto”. Kenosuke pensó durante la noche en cómo obedecer la orden y solo se le ocurrió una salida para dejar satisfecho a su señor. Al amanecer cometió el suicidio ritual sepuku. Tal gesto mereció la admiración del maestro, quien reconoció que efectivamente había dejado de ser un tonto, y la del señor Toshiuda, quien enterró con honores al samurai fiel, honorable, pero tonto.

Otras vidas incluyeron un soldado portugués muerto la víspera de una batalla por un golpe asestado por una bacinica, según confirmó después el físico del batallón; un oscuro maestro sufí llamado Abu Navid el Apócrifo; y un hijo de hacendado en Mérida que cometió el error de ganar una partida de cartas al famoso bandolero “Mundofeo”.

A todo esto, el misterio de la tontería sigue sin resolverse, la teoría del castigo arrastrado por múltiples vidas queda descartada, así como la teoría de que solo muerto se me acabará lo tonto, porque como ya hemos visto, esto seguirá hasta mi próxima vida. 

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