martes, 25 de abril de 2017

La verdad sobre los Aliens


Era uno de esos días en que estoy sentado frente a la televisión sin nada que ver. Parece mentira que esto ocurra en los tiempos de 100 canales de cable, Netflix, YouTube, DVDs y películas que amigos me copian en mi disco duro portátil, pero es así. Rodando por todas las posibilidades, me quedé mirando un programa que hablaba de la presencia de aliens a lo largo de toda la historia. Las justificaciones para esto me parecieron de lo más tontas, en verdad. El programa trataba de hacernos creer que todas las construcciones que la modernidad no puede explicar fueron hechas por extraterrestres, y que todas las leyendas antiguas son narraciones de visitas de otros mundos, todo ello narrado por un personaje con aspecto del cliché del loco que cree en conspiraciones y extraterrestres. Me quedé mirando porque el programa me dio mucha risa. Yo tengo la suerte de vivir cercano a varias de esas construcciones, y puedo afirmar que no hay nada de alien y sí mucho de ingenio humano utilizando mucha mano de obra. Machu Picchu, las líneas de Nazca y otros sitios que yo conozco que le volarían la cabeza a esos cazadores de aliens fueron hechas, estoy seguro, por mis antepasados sin ayuda de marcianos ni alfa-centaurinos.

¿Y cómo los hicieron entonces? Sé que me preguntarán los alienados. Debo responder que no lo sé, de la misma manera que tampoco sé cómo hace un mago para desaparecer un avión, sin que nadie diga que hacer eso implica el uso de tecnología extraterrestre. Lo qué pasa es que como los blancos occidentales no saben cómo hacerlo, y son incapaces de concebir que unos indios pobres los superen en conocimientos de ingenieria, le echan la culpa a los aliens, igual que cuando en la escuela veían que el niño pobre obtenía mejores notas y lo acusaban automáticamente de hacer trampa en el examen.

¿Y hay extraterrestres entre nosotros? Puede que sí o puede que no, no es una pregunta que me quite el sueño, y no me voy a suicidar ni a tener una crisis existencial si alguno sale por televisión o toca la puerta de mi casa. Lo que sí creo es que los extraterrestres no estarían muy a gusto en este planeta que solo tiene televisión en dos dimensiones, no ha desarrollado la fusión nuclear, la comunicación telepática ni la anti gravedad, deben sentirse aquí en la época de las cavernas, como nos sentimos nosotros cuando se corta el internet.
  - A ver Klaatu, por el delito de hacer grafittis de crop circle en propiedad privada, el Consejo Galáctico te condena a pasar tres meses entre los humanos, para que se te quite lo chistoso...
 - ¡NOOOOOO!

Yo creo que no es que los extra terrestres nos estén vigilando. Lo que pasa es que tienen cámaras para grabar un reality show con todas las necedades que hacemos los terrícolas, porque lo que sí tenemos son personajes como Nicolás Maduro, Cristiano Ronaldo y Kim Kardashian, que harían ese programa el primero en el rating en Alfa Centauri y en Ómicron Persei 8. Seamos sinceros, imaginemos estar en el lugar de los extraterrestres del planeta Alderaan ¿invadirían la Tierra, habiendo tantos otros planetas decentes en la galaxia? No creo que tengamos mucho que ofrecer, tal vez los chistes de gallegos o los helados de banana, que tengo por seguro que no existen en ningún otro lugar del universo.

 Y tengo la prueba de que la Tierra no es un buen lugar para sitio turístico de aliens, ni para obtener mano de obra en la construcción de la Estrella de la Muerte. Una vez caminábamos de noche por la playa en un sitio famoso por sus avistamientos de OVNIS, y yo comentaba sobre la falsedad de tales historias, cuando uno de mis compañeros dirigió mi atención al cielo. Allí estaba, una luz que se movía cambiando de color mientras hacía maniobras entre las estrellas. Inmediatamente nos pusimos a hacerle señas de saludo, de auto stop y hasta de aviso de que tiene una llanta baja. El E.T. no nos hizo caso y siguió su camino hasta ocultarse en una nube, dejándonos en condición de nativos no contactados, ni para pruebas científicas nos querían. Tú te lo pierdes, al cabo que ni quería.

domingo, 16 de abril de 2017

El nombre del negocio


En los años en que esta ciudad tenía todavía remilgos provincianos y no sabía todavía ser una metrópoli, había un comerciante que acababa de abrir su tienda de telas allá por el mercado central. Convencido de que un nombre impactante ayudaría mucho a las ventas, puso un cartel en la puerta con un nombre que a la vez era lema: “Más barato que yo nadie”. La clientela, atraída por el nombre, convirtió el negocio en un éxito en esos días en que nadie había escuchado la palabra marketing. Lo que sí se había inventado era la picardía limeña y las ganas de aprovechar una idea ajena. Un comerciante vecino puso un cartel con la misma frase en su propia puerta. Valdez, que así se llamaba el primer comerciante, fue a querellar con el imitador, amenazando con traer a la policía, al municipio y a quien correspondiera para evitar que otro se apropiara de su inspiración. El segundo comerciante accedió de mala gana a cambiar el cartel. Así, al día siguiente, apareció sobre la puerta del otro negocio el título “Más caro que yo todos”. Allí fue otra vez para el buen Valdez quejarse, reclamar y amenazar, pero todo fue inútil, pues esta vez no había legalmente nada que reclamar. El asunto fue la comidilla de la entonces pequeña ciudad, lo que era beneficioso para las ventas, al fin y al cabo. Pero otro de los comerciantes de la misma calle entendió la lección de mercadotecnia y pensó que donde comen dos, pueden comer tres. El siguiente cartel ingenioso como nombre de una tienda era “Más barato que Valdez”.

Así eran los nombres antes. Mi padre me contó una vez que cuando llegó a Lima había una conocida cantina con el nombre de “La muerte acecha” , producto sin duda de alguna historia ocurrida en el local.

Hoy ya no existen en el centro de mi ciudad nombres como estos, todos los negocios llevan nombres convencionales, con preferencia de los nombres de origen inglés bien o mal escrito. Incluso tengo la teoría de que se puede saber cuándo estamos llegando a los límites de la ciudad por los nombres de los negocios, porque allí empieza a aparecer el ingenio del emprendedor para poner un nombre original que ayude al éxito. Y es en los sitios apartados de la ciudad o en las provincias donde se encuentra el mayor ingenio para poner nombres a los negocios. He visto en mi ciudad lavados de autos de nombre “Rápidos y Brillosos”, carnicería “Los tres chanchitos”, hostal “5mentarios” y otros por el estilo. Pero donde la imaginación rompe los moldes en la cevicherías. Para el que no sabe, estas son restaurantes de platos marinos, especialmente ceviche. No es raro encontrar establecimientos con nombres como “El Pezón”, “El Pulpo Loco” o incluso “El crustáceo cascarudo”.

Como en todo, no faltan tampoco los errores. Me cuentan que en un distrito la dueña de un lavado de ropa quiso poner su nombre al negocio y colocó sobre su puerta un cartel que rezaba “Lava Gina”, pero el ingenio de los vecinos, cambiaba levemente la pronunciación hasta que todos conocían el local como “La Vagina”.

Con respecto a los nombres religiosos, no estoy seguro de si los dueños son conscientes de la ironía. Había cerca a mi casa una farmacia llamada “Señor de la Agonia”, lo cual no debía despertar buenos augurios entre los compradores y tal vez fuera una de las causas de su cierre. Más acertado era la cita bíblica en el nombre de una bodega en un pueblo que visité: “Nada me faltará”, la que sin duda debe ser una tienda muy surtida. El caso me hizo pensar que en algún lugar debe haber un taller mecánico con nombre “Nuestra Señora de la Reparación”.

Por último, debo mencionar los nombres de los chifas, la comida china que solo existe en este país. La mayoría tienen nombres chinos, que suelen ser el nombre del dueño o bien un nombre inspirador que la mayoría de la gente desconoce. Así, hay nombres que traducidos son cosas como “Mucha Paz”, “Felicidad”, o “Alegría”. A uno de ellos yo acudía con cierta frecuencia en compañía de mis compañeros de trabajo. La dueña había ya traducido el nombre del restaurante a “Suerte”, y a mí me trataba bien, tal vez porque aún conservo algunos rastros de mi antepasado chino. Pero los demás no parecían correr con la misma fortuna. Por eso decíamos que el eslogan del chifa debía ser “Si te sirven bien la comida, es Suerte”.

viernes, 7 de abril de 2017

La conspiración del café


Hace un tiempo viví una experiencia aterradora, de esas que cambian vidas y crean revoluciones. Fui invitado a una exposición de productores de café, y cometí, no sé si el error o el acierto, de asistir. En ese tiempo yo no tenía gran experiencia como consumidor, limitado exclusivamente a una taza de café con leche de vez en cuando, así que fui con gran entusiasmo y total inocencia. La exposición se veía animada (no podía ser de otra manera, ahora lo sé) y quienes atendían eran bastante amables, con una actitud de Doña Florinda repitiendo a todo aquel que pasaba “¿No gusta pasar a tomar una tacita de café?”. Yo, entusiasmado, acepté una atractiva taza de moka de uno de los más reconocidos productores del país, con todo y su dibujito en la espuma. El efecto fue inmediato y contundente, como entrar a un nuevo y fascinante mundo del que yo nada conocía hasta ese momento. Y era sólo el primer stand de la exposición. 
Con la intrepidez que da la ignorancia, fui probando café tras café de muestra de la mayoría de los stands: café expresso, capuchino, latté, orgánico, arábigo, de altura, mezclas, productos de los más conocidos valles cafetaleros, incluso ese café que es digerido y excretado por un bicho antes de ser molido, el cual era el más caro y celebrado de toda la exposición. El dato que me dio uno de mis acompañantes, de que en Italia una de las tacitas de muestra que me daban a degustar no valía menos de 3 euros me daba ánimos adicionales. Sacando la cuenta, debo haber probado unas dieciséis tazas antes de decirme a mí mismo que ya basta, estás exagerando con esto de la degustación. Recuerdo que regresé a mi casa en un estado de euforia que me tuvo dos días sin dormir, y lleno de ideas que jamás hubiera tenido estando sobrio.

Desde entonces he estado pensando en la influencia del café en la civilización occidental, para llegar a aterradoras conclusiones, descubriendo la verdad sobre la conspiración mundial del café, conspiración que por su efectividad deja en ridículo a todas las otras teorías de los iluminatis, los reptilianos, y demás. Y esta es la verdad que paso a describir a continuación:

Hoy en día es difícil imaginar una oficina que no tenga una cafetera en algún lugar. Esto empezó en los años 40, con el objeto de mantener a los empleados despiertos durante las largas jornadas de trabajo que nos impone el sistema capitalista. Anteriormente, el café se tomaba solo como una bebida caliente para soportar el frío, al igual que el chocolate. Las propiedades estimulantes del café le han asegurado hasta el día de hoy carta blanca para permitir su uso, a diferencia de otras drogas. Porque el café es una droga, como he podido comprobar personalmente el día que en mi oficina se malogró la cafetera. Ese día hubo escándalos, carreras urgentes y un síndrome de abstinencia general que duró hasta que un técnico llamado de urgencia pudo reparar la cafetera, recibiendo una ovación de pie de todo el personal por tal hazaña. Nunca he visto reacción tal cuando se malograba la impresora o cuando se cortó la electricidad en la empresa.

Por esta razón los gobiernos ocultan la información sobre los peligros del consumo del café y sus efectos a largo plazo sobre la salud, tal como se hizo por mucho tiempo con el tabaco. Pero el café es mucho más peligroso, ya que lo han convertido en una droga social sin límite de edad, todo para que los empleados puedan producir y seguir siendo explotados por las inmisericordes compañías. La conspiración está tan bien organizada que son los propios trabajadores los que defienden el statu quo que permite el libre consumo de café.

Imaginemos ahora qué pasaría si el café fuera prohibido como la coca (La comparación no es gratuita, desde hace siglos la gente de mi país masca las hojas para conseguir exactamente el mismo efecto). La producción caería en picada en todas las actividades productivas y en las de servicios, las empresas quedarían inmovilizadas todos los días durante las primeras horas de la mañana y las últimas de la tarde, lo que obligaría a la desaparición de las horas extra en el trabajo. ¿Se imaginan la revolución que causaría esto? Por eso las grandes potencias tratan de tener de su lado a los centros mundiales de producción de café, tratando de evitar que estos países se den cuenta del poder que tienen, de que la mayor parte del progreso mundial del último siglo se debe a uso del café.

Esta es la verdad que se trata de ocultar. Lamentablemente hay poco por hacer, ya que tenemos a todo un planeta adicto, y aquellos que han logrado sacudirse de este yugo invisible son ridiculizados y segregados por la sociedad. Esta es la verdad, el resto son fantasías conspirativas.
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