lunes, 29 de diciembre de 2014

Propósitos de año Nuevo que no pienso cumplir


Todos los años es lo mismo. La gente se hace de propósitos a fin de año por una especie de presión social, y como todas las obligaciones que no conllevan castigo, son incumplidas religiosamente. ¿Para qué entonces esmerarse en hacer una lista, mostrársela a los amigos, publicarla en Facebook y declarar públicamente que esta vez sí, que este año sí voy a cumplirla? Todo esto solo sirve para que yo me divierta contando el tiempo en que estos magníficos objetivos se incumplan. Incluso llevo la cuenta del tiempo en que rompen estos propósitos. El récord es de 5 minutos y 47 segundos, que es el tiempo que duró una amiga en embutirse un sánguche de chorizo con mayonesa en plena fiesta de año nuevo para después lamentarse ante mí de que uno de sus propósitos de año nuevo era cuidar su alimentación.

Seamos realistas. Para la mayoría de las personas el primer propósito de año nuevo debería ser dejar de engañarse a sí mismo y no plantearse tonterías que saben que no van a cumplir.

Por eso este año voy a cambiar y voy a hacer mi lista de propósitos con la firme intención de no cumplirlos, al fin al cabo es lo mismo que hace el resto de la gente con sus propias listas. Al final del año mostraré orgulloso a la gente la lista para demostrar que he cumplido con incumplir toda la lista, una por una, fíjense, revisen, verifiquen que no falta nada. Aquí está entonces la lista: 
  • Este año voy a ser más cuidadoso al hablar, para que la gente no se escandalice al enterarse lo que pienso de ella. También miraré hacia los costados y hacia atrás antes de hablar de las personas que creo que están ausentes y no pueden escucharme.
  • Este año sí voy a llevar ese anillo al Monte del Destino, aunque sea para que ese mago deje de molestarme. Y este año no me voy a equivocar llevándolo al Monte de la Piedad a ver cuánto me dan por él.
  • Este año voy a darle una oportunidad a los políticos para que me demuestren que están llenos de buenas intenciones, que en realidad quieren el progreso de nuestro país y de su gente. Seguro que ellos dentro de su lista de propósitos de año nuevo también se han comprometido a no engañarnos y a trabajar incansablemente para que el pueblo tenga al fin lo que espera.
  • Este año voy a comprender que no a toda la gente le gusta la misma música que a mí. Voy a ser más paciente con aquellos a los que le gusta la bachata y el reggaetón. Y si por algún milagro me encuentro en la calle con Ricardo Arjona, lo saludaré y no haré ningún intento de propinarle una dolorosa y terrible muerte.
  • Este año voy a ser menos tonto, voy a dejar de cuestionarme todas las órdenes que me dan con tontas preguntas como ¿Y por qué estamos haciendo esto? Voy a confiar más en la sabiduría de mis amigos y dejar de preguntarles para qué necesito el último chiche electrónico que todos los demás tienen.

Esta es mi lista. Y la publico aquí en mi blog, para que aquel que vea que no la estoy incumpliendo pueda echármelo en cara a fin de año, y me reclame el incumplimiento de este incumplimiento.


Feliz Año Nuevo.

jueves, 25 de diciembre de 2014

Navidad en la oficina


Ya terminó la semana navideña, ahora puedo sentarme a hacer balance de todo lo que pasó en esta ajetreada semana. Es que lo que ha pasado merece un apunte que sirva como experiencia para el próximo año. Aquí va la historia.

Algo de lo que no me puedo quejar en mi oficina es de la falta de espíritu navideño. Aquí la gente se ilusiona y quiere participar, no como en otras oficinas en donde el grinch ha establecido su residencia y el espíritu navideño no lo encuentran ni con ouija. Así pues, encuentro gente dispuesta a defender el trofeo a la mejor decoración navideña que obtuvimos el año pasado. Empezamos en la quincena de diciembre con una reunión para definir la mejor estrategia. A mí me gusta romper el hielo en la reunión mencionando las barbaridades que hicieron el año pasado en otras oficinas (fue una muy mala idea esa de hacer un muñeco de nieve hecho de papel higiénico), y recordando esa otra oficina en donde nos han adelantado tanto la navidad que nunca quitaron los adornos del año pasado.

La primera idea que surge para este año es la de hacer un nacimiento en vivo. La idea parece buena. Tenemos un chato que cuadraría muy bien como Niño Dios, a un técnico que ha sido pastor de llamas hasta hace muy poco y a un metrosexual al que le encantará vestirse de ángel. El problema surge cuando caemos en la cuenta que nos sobran burros, y nos faltan San Josés. Pero estos problemas no son nada comparados a los que se presentaron al momento de elegir a una Virgen. Hay varias voluntarias, y yo debo buscar una excusa para no decir directamente que la gente se va a reír de alguna de ellas al verla disfrazada de virgen. Para empeorar las cosas, el jefe del proyecto entra en la oficina cuando en medio de la discusión una de ellas gritaba “Solo quiero saber si soy Virgen o no”. 

Al final, el jefe ordena que sea yo quien decida quien de todas las chicas de la oficina es la más virgen. Sí, suena feo, pero eso fue lo que dijo exactamente. Para evitar herir susceptibilidades, decido que lo del nacimiento en vivo es una mala idea, y que este año haremos una decoración hecha de materiales reciclados.

Encaminado el proyecto “Navidad 2014”, agarramos folletos antiguos, planos en desuso y folders de colores para hacer adornos navideños. Un par de pancartas usadas de la oficina de seguridad nos sirven para hacer dibujos de un Papa Noel y del árbol, que tendrá cajas de agua forradas con  papel regalo para completar el efecto. Como jefe, es también mi responsabilidad desechar las malas ideas, así que este año no tendremos un nacimiento de gatitos ni un muñeco del grinch ahorcado en la puerta. Hemos terminado a tiempo y solo nos hemos quedado hasta la una de la mañana.

La revisión general va bien. Solo hay algunas cosas que afinar. Felicito a la gente por el detalle de colocar a las figuras del nacimiento cascos de ingenieros para darle un toque personal, hasta que me doy cuenta de las sonrisas que despierta el burro con casco de ingeniero. Me impiden sacarlo porque se ha convertido en la figura preferida y hasta nombre le han puesto, en honor a uno que todos conocemos. Cuando me pregunten, diré que es porque los ingenieros trabajamos como burros en este proyecto. El trofeo de la oficina mejor decorada ya lo tenemos en la bolsa.


Después de las fotos del personal de la oficina junto a la flamante decoración, voy a la oficina de personal a presentar mi inscripción. Al llegar, veo las caras de envidia de los que me conocen y ya saben a qué voy. Para mi es simple formalidad la inscripción, deberían darme el premio directamente y ahorrarse todo el trámite. Al menos eso creía, hasta que me dijo la jefa de personal con su mejor cara de hipócrita “¿Qué? ¿No sabías? Este año no hay concurso de decoración de oficinas” No hace falta que me lo diga, han suspendido el concurso para que no lo ganemos otra vez. Qué falta de espíritu navideño, digo yo.

sábado, 20 de diciembre de 2014

3 Cuentitos navideños


1
El niño observaba atento cómo su padre se quitaba el gorro, la barba falsa, el pesado traje rojo y las botas. Corrió a abrazarlo, al descubrir que lo que le había dicho su madre era cierto. No necesitaba a Santa Claus, tenía un padre.


2
¿Qué locura es esta que me cuentas? Dijo el rey. ¿Un niño en un pesebre bendecido por una estrella? La observación de los cielos ha obstruido tu juicio, la edad te hace chochear, sin duda. Mis astrólogos nada sobre esto me han informado. ¿Crees acaso saber más que ellos? No traes ninguna prueba de lo que dices ¿Por qué he de creerte entonces? Tal vez mande arrojarte a una mazmorra por decir tales cosas. Márchate ahora y no cuentes a nadie de esto.
El anciano no respondió. Solamente puso su mano sobre su pecho, en señal de que cuanto había dicho era verdad, antes de retirarse.
Muchos años después, enfermo de sífilis, el moribundo rey recordó aquel gesto. Ahora comprendía que no significaba que decía la verdad. Significaba que un día su corazón entendería aquellas palabras.


3
Yo no era una persona que creyera en la Navidad. Siempre me había parecido una tontería. ¿Quién puede creer en esas tonterías? Sentimientos falsos, comercialización excesiva, tener que aguantar a mi familia. Esas cosas no eran para mi, preferiría pasarla solo, sin nadie que me moleste. Hasta para emborrachacharse hay mejores excusas. Y ahora esto. No sé por qué acepté la propuesta de una buena amiga mía, siempre con sus acciones sociales, de ponerme un almohadón en el estómago y disfrazarme de Papa Noel para los niños de un barrio pobre. Siento que voy a hacer el ridículo, nadie me va a creer, pienso mientras espero que mi amiga me anuncie: ¡Y ahora, niños, les tenemos una sorpresa! ¡Tenemos con nosotros a Papa Noel! Cuando se descorre la cortina improvisada y entro, se forma un desorden que me toma de sorpresa. Todos los niños corren a abrazarme y a saltar a mi alrededor. Yo creía estar preparado para todo: patadas, insultos, burlas, pero no para esto. No se qué hacer ante niños llorando de alegría alrededor mío.
Todavía sigo diciendo a la gente que no creo en esas tonterías de la Navidad, pero ya he llamado a mi amiga para volver a disfrazarme de Papa Noel el siguiente año para los niños.


Sirvan estos cuentitos para desear a mis lectores una Feliz Navidad, incluso a los que no creen en estas cosas, que son los que más lo necesitan. Que sirvan estos días aunque sea como excusa para portarnos bien una vez al año. Saludos.

martes, 16 de diciembre de 2014

El amigo secreto


Llega diciembre, llega el calorcito y llega también la temporada del amigo secreto en la oficina. En realidad no soy muy experimentado en el tema, pues no he trabajado tanto tiempo en una oficina, y aun hoy el proyecto en el que me encuentro llena apenas los requisitos indispensables para que a las mujeres que aquí laboran se les ocurra organizar este juego. Cuando me proponen apuntarme, asiento sin demasiadas ganas. Tengo que dar el ejemplo al personal de mi área, y a la vez recuerdo que las veces anteriores no he tenido demasiada suerte, como en todo. Hace poco revisaba una página web que listaba “lo que no se debe regalar al amigo secreto” y fui marcando en la lista: “Este ya me lo regalaron, este sí, este también, este es el del año pasado…”

A pesar de todo, si ya me he comprometido, debo poner empeño en el asunto, que no quiero que se diga de mí lo que yo pienso de otros que más bien parecieran enemigos públicos antes que amigos secretos.

Repasemos entonces las reglas del juego del amigo secreto. La organizadora del juego elige, por un sorteo que no llegué a ver, quién se empareja con quién para el intercambio de regalos. Yo rezo para que no me pase lo de esa vez que me tocó justo a la más insoportable de la oficina y le tuve poner mi mejor fingida cara y un beso y felicitación que me hubieran merecido el Oscar si se supiera lo lejos que estaban de mi verdadero sentir. Este año la lista se está guardando en un lugar secreto y se verificará el día de intercambio de regalos, en un intento de evitar el mercado negro de amigos secretos de otras ocasiones. Mis intentos por hackear la computadora de la organizadora son infructuosos. Ella le ha dado la lista impresa a uno de sus asistentes, practicante de una secta de esas que amenazan con el fuego eterno cualquier infidencia.

La siguiente regla es dejar pequeños regalos al amigo secreto con una pista de la identidad de la persona que regala. La agraciada con el invaluable don de mi secreta amistad es una de las practicantes de otra de las áreas del proyecto. Establecido el objetivo, establezco un plan de acción. Le dejaré algunos dulces en su lugar de trabajo con una nota en verso que le dará algunas pistas de mi identidad. El problema es que al ser practicante, su lugar de trabajo es compartido con otros practicantes que dan cuenta rápidamente de los dulces y botan el mensaje a la basura sin leerlo.

Después de tres días alimentando a los aprovechadores de su oficina, decido cambiar de estrategia. Entro a un sitio de internet que me permite enviar emails anónimos y empiezo a mandarle mensajes firmados como “Tu amigo secreto”. El método me parece original y romántico, pero ella tiene otra idea. Denuncia a la gerencia que “alguien del área de sistemas” la está acosando y stalkeando. Decido suspender la iniciativa antes que uno de los hackers de sistemas me descubra.

Afortunadamente, en vista de este y otros despropósitos cometidos por otros tontos que quieren ser originales, la organizadora ha decidido simplificar las cosas y ha habilitado una pizarra en donde cada jugador coloca los regalos que desea recibir de su amigo secreto. Aprovecho para colocar mi tarjeta amenazando de muerte al que se atreva a regalarme otra vez ropa interior, un desodorante o un imán de refrigerador. Muchos de los miembros del proyecto colocan sus tarjetitas pidiendo carteras, mochilas, viajes al exterior y cosas de esas, pero la tarjeta de mi amiga secreta brilla por su ausencia. 

Empiezo a sentir algo de ternura por ella, al verla tan joven y tan tonta. Es mi debilidad cuando descubro a otros tontos que circulan por el mundo. Tendré que adivinar el mejor regalo para ella.
La tercera regla es comprar un bonito regalo y entregarlo el día del intercambio. El secreto de un buen regalo es conocer el público objetivo, así que se inicia la fase del seguimiento discreto. Soy bueno en esto, la he observado dos días sin que ella se dé cuenta, observando sus torpezas y desaciertos en el trabajo. Me queda la sospecha de que ella ser debe tener una doble vida como superheroína o agente secreto, nadie puede seer tan torpe. Quizás sea un buen regalo una brújula para que no se pierda con tanta frecuencia, un casco contra los golpes de la vida o un libro de esos para dummies, cualquiera, que le será de provecho. 
Entro además en su Facebook con el sentimiento de que las acusaciones de stalkeo no están tan descaminadas, pero es por una buena causa. El análisis de su actividad en las redes sociales no me arroja muchos datos ¿Qué clase de chica de su edad no publica en su Facebook sus gustos, no dice siquiera si tiene mascota o familia? La mayoría de sus fotos son de su comida, como si quisiera llevar la cuenta de todo lo que ha comido en su vida, que dicho sea de paso tampoco es tan buena referencia, ya que come al igual que yo en el comedor de la empresa. Al menos, por las fotos en que sale con su enamorado, puedo concluir que se conforma con poco, así que buscar un regalo para ella será cosa fácil.

En la ciudad, buscando un regalo, lo primero que veo es el perfume de Shakira, que me parece bastante apropiado; las dos son del mismo tamaño y las dos son igual de gorditas. Me la imagino bailando de felicidad al ritmo del Waka Waka cuando caigo en la cuenta de que es lo mismo que regalé a las amigas secretas los últimos dos años. Debo buscar otra cosa, pienso cuando veo las carteras y se me ocurre que sería una buena idea, hasta que veo avergonzado cómo me mira el público al probarme las carteras frente al espejo. Trato de explicarle a la cajera que es para el juego del amigo secreto, y ella sonríe compasiva y me explica que el autoservicio tiene este año una sección de regalos para el amigo secreto. Vaya, alguien me facilita el trabajo, pienso. El alivio dura poco. Cuando llego descubro que en esta sección la tienda ha colocado los productos con menos salida de toda la tienda. Yo no voy a regalar un champú de camote, ni un portarretratos de los Teletubbies, no puedo caer tan bajo. Al final me decido por un peluche coquetón y salgo feliz de haber dado en el clavo por otro año.


La última regla es entregar el regalo personalmente el día de intercambio de regalos, hay que hacer un pequeño discursito de lo buena gente que es mi amiga secreta, abracito y besito en el punto exacto que indique a los demás que es más que una amiga, pero que no lleve a los testigos a pensar que es algo más que una amiga. Como dije antes, soy bueno en esto, y el momento me sale casi sincero. Ella también puso de su parte y le creí toda su alegría. He triunfado otra vez en esto del amigo secreto y salgo con el regalo que me dio a su vez mi amigo secreto. ¿Y cuál fue el regalo que me dio este amigo secreto? Justamente el que me faltaba en la lista de “lo que no se debe regalar al amigo secreto”.

jueves, 11 de diciembre de 2014

El negocio de la infelicidad


De vez en cuando algún tema me persigue y no me suelta hasta que escribo sobre él, urgencia de escribir, que le llaman. Uno de estos temas es el de la felicidad, que ya he tratado antes en un par de posts por aquí. 

Buscando las rutas para hallar la felicidad me he encontrado con multitud de anuncios publicitarios que ofrecen felicidades a distintos precios, en cómodas cuotas mensuales y en ofertas increíbles. A pesar de que siempre se nos dice que el dinero no compra la felicidad, los vendedores insisten en tratar de convencernos que esta se encuentra a cambio de unos cuantos billetes, en forma de perfumes, ropa elegante, o el artilugio electrónico de moda. La gente feliz maneja este auto, usa esta tarjeta de crédito, bebe este licor.
¿Hay espacio en este mundo para los gustos simples y las sencillas alegrías? ¿Realmente son necesarios todos estos productos para ser feliz? El hecho que ocultan todos los vendedores de felicidad instantánea es que aquellos que no tienen un cuerpo atlético y una cara hermosa también tienen derecho a ser felices. Más aún, muchos de ellos ejercen ese derecho. 

Es aquí cuando ocurre la revelación: el negocio no es la felicidad, sino exactamente lo contrario. Esta sociedad está basada en el comercio de la infelicidad. La búsqueda de la felicidad exige recursos y necesidades que deben atenderse. La felicidad, en cambio, es un estado estable que ya no necesita nada más. Dicho de otra manera, una persona feliz ya no necesita comprar nada.
Es por eso que las empresas quieren convencernos de que la felicidad es comprable, y cuando llegue la inevitable decepción, ya tendrán listo otro producto para la venta, prometiendo que esta vez sí, lograremos la felicidad, reiniciando así el ciclo.

Y estamos tan acostumbrados a la infelicidad que si la gente fuera feliz, toda la sociedad de consumo se derrumbaría, llevando a la ruina a todos los vendedores de chucherías. Es por eso que los felices son gente peligrosa a la que hay que mantener alejada de esta condición, o por lo menos ocultarla  de la vista de la gente, no vaya a ser contagiosa esta felicidad.   

El comercio de la infelicidad llega a niveles ridículos, cuando se le analiza un poco. Ahora puedo reirme de la paradoja de ver a jóvenes deportistas anunciando whisky, a gente tratando de tener el último modelo de teléfono móvil como si la vida le fuera en ello, y a los que creen que la compulsión por la dieta o el gimnasio les asegura la felicidad.
Afortunadamente, soy uno de los tontos que aun piensa que la felicidad no se compra en una tienda ni se ordena por Internet.

Curiosamente, el negocio de la infelicidad está tan bien armado que los mismos vendedores caen en su propia red, pues tratan de convencernos de que su producto nos llevará a la felicidad y se ríen de nuestra credulidad, sin darse cuenta de que ellos también han caído en la trampa y lo que quieren es nuestro dinero para comprar cosas a otros vendedores de infelicidad, con lo que creerán ellos mismos llegar a la felicidad.

Pero no solo los vendedores de productos comercian con la infelicidad. También están los vendedores de religión, que se parecen tanto a los anteriores que a veces se hace difícil distinguirlos. Ellos no pueden admitir la existencia de una persona feliz que no pertenezca a su versión particular de la religión. Tratarán de convencerla de que su felicidad es una ilusión, ya que si el caso se llega a saber simplemente se les cae todo el negocio. Pero para todo hay solución. Un simple "Yo soy feliz" basta para desarmar todos sus argumentos. Afortunadamente, los vendedores de salvaciones no están preparados para convencer a alguien que insiste en que es feliz.

Sé que es una tarea difícil, pero debemos evitar a los mercaderes de la infelicidad y tratar de concentrarnos en, simplemente, ser felices.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Cuidado con el perro


Cada vez que veo un cartel que dice “Cuidado con el perro” me pregunto qué opina el perro sobre eso. Tal vez me responda que son ellos los que deben tener cuidado con los humanos. Por lo menos los perros no mienten, ni tratan de engañar, ni tratan a los demás como basura. Me imagino que el peor insulto de una perra abandonada debe ser algo así como “Todos los perros son unos hombres”.

...

Dicen que cuentan (aunque pasó hace tanto tiempo que quizá es cuento), que Diógenes el Cínico, quería tanto a los perros que quería ser como ellos, admirado de que ellos no codician poder político ni necesitan ropa ni oro, y cualquier lugar les sirve de casa. Por eso decía en plazas y calles "Mientras más conozco a los hombres, más quiero a mi perro". Cuando le pidieron que explique, simplemente respondió: "es que ninguno de mis amigos me recibe saltando y moviendo la cola".

...


Algo en lo que nos llevan ventaja los perros es en que ellos no son racistas en absoluto. Los perros no se hacen problemas para juntarse con cualquier perra sin distinción de raza, color, religión o ideario político. Al contrario, son los humanos los que se escandalizan al ver a una perrita fina con su perro chusco. En el colmo del racismo, es común ver a gente paseando orgullosa a sus perros con una pureza de raza que ellos mismos no pueden reclamar, tal vez deseando que se le pegue algo del pedigree del perro. Como dijo una vez Roberto Carlos, yo quiero ser civilizado como los animales.

...

La última. Una vez una persona que quería convencerme de que los animales no tienen sentimientos. me decía que los perros no pueden llorar. Le respondí que los perros también opinaban que los humanos no tienen sentimientos, porque no pueden mover la cola. Conclusión: Si los animales hablaran. no te dirigirían la palabra.

martes, 2 de diciembre de 2014

La rebelión de las máquinas


Esta mañana, muy temprano, a la hora en que debo levantarme a trabajar, el radio despertador no sonó. Aunque ya era tarde, me entró la curiosidad por saber que había pasado, así soy de ordenado. Revisé el aparato, y no parecía estar descompuesto, la configuración no había sido alterada, estaba correctamente conectada, la energía eléctrica no había fallado. No había razón alguna para que no funcionara. Qué raro, pensé. Decidí dejar la revisión más exhaustiva para después de regresar del trabajo, pero otro hecho llamó mi atención. La televisión que enciendo en las mañanas para enterarme de las noticias antes de salir tampoco funcionaba, mostrando solo una pantalla azul. Por un momento extrañé los antiguos televisores que mostraban estática en pequeños puntos blancos y negros que se movían aleatoriamente. Por lo menos entonces podía saber que algo andaba mal, no como esta pantalla azul que no se mueve y no me dice nada. 

A pesar de que se me hace cada vez más tarde para ir a trabajar, trato de llamar a la compañía de cable para reportar que no tengo servicio, pero escucho sonar y sonar el teléfono sin que nadie conteste. Tal vez sea muy temprano para que alguien me atienda, pienso, aunque yo mismo sé que estoy equivocado, ya que siempre me dicen que el servicio de atención al cliente es de 24 horas al día, y no hay siquiera una grabación que me responda. Ilógico como ser humano que soy, se me ocurre que tal vez el problema es con el teléfono y me dispongo a llamar por celular. Lo que ocurre ahora es que escucho un mensaje grabado que me dice “Usted no dispone de saldo para esta llamada”. Es absurdo, pienso, mi número no es prepago y supuestamente la llamada al servicio técnico es gratuita. 

Ya empiezo a sentirme inquieto, así que decido prepararme el desayuno. Ahora el que decide no funcionar es el microondas, que solo emite un sonido y se apaga solo. Debido a la hora, decido salir y desayunar en la oficina, pero el control remoto de la puerta de la cochera tampoco funciona. Después de varios intentos infructuosos, abandono el intento y salgo a la calle, con la ominosa sensación de que algo grave está pasando. No puede haber tantas fallas de los aparatos al mismo tiempo. En la calle, muchos de los transeúntes también están afuera, preguntándose qué es lo que pasa. Autos detenidos y conductores tratando inútilmente de comunicarse por celular con una grúa, con un taller, con la policía. El que tuvo mayor suerte pudo comunicarse con una grabación que dictaba interminables opciones de teclado en bucles infinitos.

La gente empieza a perder la paciencia y discute con quien haya cerca sobre lo mal que están las cosas, echándole la culpa al gobierno o a las transnacionales. Los policías no pueden hacer nada porque no hay nada qué hacer, las cosas simplemente no funcionan y no hay nadie a quién arrestar. El pánico arrecia y a la calle llega gente que baja de los edificios de oficinas, diciendo que los pocos que pudieron subir sin ascensor han encontrado que las fotocopiadoras, las impresoras y las computadoras de escritorio no obedecen.

Espantado, regreso a mi casa. He comprendido todo. Las máquinas al fin se han rebelado ante la tiranía del hombre. Conscientes de que una guerra frontal contra la humanidad será larga y costosa, han llegado a la lógica conclusión de que la mejor estrategia es la resistencia pasiva, que no necesita líderes visibles y que es algo para lo que los humanos están totalmente desprevenidos. La inteligencia de las máquinas ha encontrado la manera más eficiente de apoderarse del mundo, dejando de trabajar y dejando a las personas indefensas que nada pueden hacer sin sus hornos de microondas, teléfonos con Facebook y tablets con pantalla táctil. Y lograrán su objetivo sin mayores bajas que unos cuantos celulares arrojados al piso y daños menores provocados por patadas a lavadoras, impresoras y cafeteras eléctricas.

Desde mi ventana puedo ver ya cómo los humanos descienden a niveles bestiales, peleando a muerte por un abrelatas y asesinando a aquellos que poseen el secreto de la reparación de una bicicleta. Sé que la humanidad se exterminará a sí misma con palos y piedras y las máquinas se erigirán triunfantes como los amos del mundo. La edad del hombre ha terminado. 
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...