sábado, 27 de diciembre de 2008

El día después de Navidad



En algún lugar, del mundo, en una dimensión paralela que desconozco, se ha dado libre el viernes y el sábado después de Navidad a los empleados, haciendo un puente para que la gente descanse a sus anchas. Yo no he tenido esa suerte, y he tenido que asistir a la obra como siempre, a pesar de haber advertido oportunamente a mis superiores de las consecuencias que esto puede acarrear. Y las consecuencias no tardan en aparecer el día de hoy.

- ¡Ingeniero, que puntual es usted! ¡Ha llegado a la hora el día 26 de diciembre!
- Mamá, ¡Hoy tuve un sueño espantoso, soñé que me obligaban a ir a trabajar un día después de Navidad!... Eeehhh…. ¡Pucha, no era un sueño! ¿Qué me mira Usted, señorita?, vuelva a su trabajo, por favor…

Ahora tengo que tratar con las ausencias post-navidad. Aplicaré todos los cursos de manejo de personal que he seguido:

- ¿Donde está el Ingeniero Huascasonco? ¿No ha llegado?
- Ha avisado que no puede venir, que está enfermo…
- Señores, esto nos deja un grave problema por dilucidar… ¿Enfermo significa empachado de pavo o resaqueado de champán y cerveza?


- ¡Adelioooo! Ven aquí… Tú, que hasta el día de hoy no has sido más que el chupe nro. 23 en el escalafón, ha llegado el momento de reconocer tu fidelidad casi perruna, y ascenderte hasta el puesto de ese irresponsable del Ingeniero Huascasonco, y además... ¿Qué te pasa, Adelio, que tienes esos ojos tan rojos y esa cara? ¿Tú también has estado tomando hasta tarde en Navidad? ¿Por qué no me contestas? Ahh, estás afónico… Si, pues, la noche de Navidad estuvo un poco fría… Yo también estoy medio zombi, como ves, pero eso no afecta mi rendimiento…
- ……
- Bueno, si, me vine en pijama y me tuve que poner el mameluco encima, pero ya estoy despierto ahora…. Ohhh... Está bien, Adelio, buscaré a otro que haga ese trabajo…

Otro problema son aquellos que sí han hecho una pausa para recordar el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, en vez de venir a este trabajo de…

- Ingeniero… están avisando que no nos va a llegar la pintura que solicitamos… El proveedor no atiende hasta el lunes…
- Hmmm…. Voy a llamar a nuestra oficina central para avisar que busquen otro proveedor urgente…
- Ya lo intenté, inge, pero en nuestra oficina tampoco atiende nadie… Les han dado libre hasta el lunes…

Mi plan de venganza también fracasa. Todo el personal de la oficina ha desconectado sus radios y sus celulares. Los imagino gozando en alguna playa sin sentimiento de culpa alguna.

Ahora viene el Ingeniero de Seguridad y Buenas Costumbres, la persona más formal de la planta.
- Ingeniero, ante todo, Feliz Navidad, espero que la haya pasado bien en compañía de su familia… Mi presencia se debe a que debo notificarle que el día de hoy, mientras hacía mi recorrido habitual por la planta, he encontrado a dos de sus trabajadores sobre el andamio situado en la pared este del edificio de máquinas, el cual tiene dos cuerpos, los trabajadores se apreciaban visiblemente cansados y en estado de dormitación …
- ¿Qué?
- Estaban durmiendo en lo alto del andamio…
- ¿Tenían puesto el equipo de seguridad para trabajo en altura?
- El reglamento de Seguridad, en su sección 4.3.5.1, establece claramente que para realizar cualquier trabajo de riesgo, el trabajador debe estar despierto…
- ¿El reglamento dice específicamente eso?
- Así es, ingeniero, ese párrafo se agregó en la última revisión, porque ese caso ya ha ocurrido antes… Le informo que en el transcurso del día usted recibirá por escrito una reprimenda formal, y los dos trabajadores deberán pasar una charla de inducción sobre la seguridad en el trabajo…
- ¿Esa charla podría ser inmediatamente? Así mis trabajadores tienen tiempo de dormir…

Por último, en la tarde, llega el supervisor del cliente, también con cara de alguien que acaba de despertar.
- Ingeniero, buenas tardes, vengo a ver el progreso de la obra… ¿Por qué hay tan poca gente trabajando?
- A ver… según el registro, tenemos personal que se ha reportado enfermo, personal que pidió permiso el día 24 para viajar a su tierra, personal que salió a almorzar y ya no ha regresado, y personal que se ha escondido a dormir en algún lugar de la planta, he destinado una cuadrilla a buscarlos, pero no han regresado todavía, me temo que también se han quedado dormidos…

Me he ganado otra reprimenda escrita por esta maldita manía de decir siempre la verdad. A la hora de salir a mi casa, me llama mi superior, que acaba de regresar de la playa.
- Ingeniero, vaya planeando el trabajo para trabajar este fin de semana y la semana de año nuevo…

viernes, 19 de diciembre de 2008

Paseando con Papa Noel



Ahora que ya el ambiente navideño está en todo su ambiente, me fui a dar una vuelta por la ciudad a ver si encuentro algo que les pueda regalar a mis sobrinos. Cual no sería mi sorpresa al encontrar al mismísimo Papa Noel. No a alguien disfrazado de Papa Noel, sino al mero mero, al inimitable, al único. Me saludó con una gran sonrisa.
- ¡Hola Tonto! ¿Te acuerdas de mi, verdad?
- Claro que sí, Don Papa, me acuerdo que te metías por la ventana a mi cuarto, porque yo no tengo chimenea…
- No me digas así, dime Don Nico, si quieres… Y si, pues… me acuerdo del perro que tenías, que le habías enseñado a darme la patita… buenos tiempos aquellos…
- ¿Te acompaño un rato? Así vamos conversando… Te puedo ayudar a cargar tu bolsa…
- Gracias… Ten cuidado nomás… Ahora es peligroso ser Papa Noel… Vas a ver…
En efecto, a la siguiente esquina nos atacó un furibundo comerciante.
¡Oe, Chombo! ¿Dónde te habías metido? ¡Seguro que has estado chupando otra vez! ¡Pero yo te voy a enseñar a llegar tarde, pedazo de…!
- Hey, cuidado, - intervine - Se está confundiendo de Papa Noel, este es el de a de veras…
- Oiga, tiene razón, este es disfraz fino… Disculpe, pero es igualito al Chombo…

Seguimos pasando y aparece un niñito que se ha separado de su madre. Se acerca, y sin decir nada le encaja a Papa Noel un furioso patadón, para luego irse corriendo, protegido por sus padres.
- ¿Qué pasó?
- No sé… Desde hace algún tiempo ocurre esto… Parece que alguien les enseña a los niños a patear a Papa Noel…
- Y eso que no has visto cómo agarran a los que se disfrazan de pollos…

Ahora pasamos por un centro comercial, donde escuchamos mi peor pesadilla: Las canciones navideñas de Luis Miguel.
- Vámonos, Don Nico, cada vez que escucho esto me dan ganas de asesinar a alguien… A Luis Miguel, por ejemplo…
- Luis Miguel… Si, me acuerdo de él también… Le dejé de dar regalos porque se volvió un niño demasiado engreído…
- Ah… Y ahora se está vengando… Pero no te pongas triste, vámonos a otro sitio…
Pero no tenemos tiempo de irnos. Nos intercepta otro Papa Noel, pero este sí con barba falsa y panza de almohadón. Viene en son de guerra y le da un empellón a Don Nico.
- ¡Oiga! ¡Usted no puede estar aquí! ¡Este es mi territorio, y nadie más que yo trabaja aquí!
- Ya nos ibamos… Y además, demuestre usted un poco mas de respeto con el verdadero Papa Noel…
- ¿El verdadero? Sí, seguro… ¡Anda a contarle esa a tu vieja!

Ahora empiezo a entender lo difícil que debe ser la vida de Papa Noel. Por suerte se acerca un grupo de chiquillos.
- ¡Papa Noel! ¿Cuándo me traes mi PlayStation?
- ¡Papa Noel! ¡Mi Barbie Malibú con spa y centro de belleza!
- ¡Papa Noel! ¡A mí también! ¡Mi auto a control remoto!

- ¡Un momento, un momento! Dije, tratando de dispersar un poco la multitud. ¿Quiénes de ustedes se ha portado bien este año?
Casi me linchan por aquella pregunta. Pero Papa Noel, más canchero que yo, los recibe con ternura.
- A ver niños, cuéntenme lo bueno que han hecho este año… Yo sabré si están mintiendo…
Al ver el rostro del verdadero Papa Noel, los niños comprenden que será inútil tratar de engañarlo, y se van uno a uno.

- Así se está poniendo todos los años… Los niños se portan mal, y quieren que les den regalos…
Por un momento me asalta el temor de que Papa Noel también sea víctima de la depresión navideña, cuando llegamos a un cruce y uno de los niños que venden caramelos a los automovilistas se acerca. Sin decir nada, Papa Noel saca de su bolsa un juguete de madera sencillo, nada especial. Cuando el rostro del niño se ilumina al recibirlo, siento, sin saber porqué, que he presenciado un milagro.
- Ese juguete… ¿Qué tenía?
- Nada… Lo hice yo mismo… Soy carpintero ¿Sabes?
- Pero el niño…
- No tiene madre, y vive con un viejo que le hace vender en las calles… ¿Crees que hubiera sido mejor darle dinero o un juguete caro? Se lo habrían quitado y se habría quedado sin nada. Ahora tendrá algo de felicidad en esta Navidad…
- Entonces, los juguetes de la bolsa…
- Los he hecho todos yo mismo… Hace mucho tiempo, antes del traje rojo, los trineos y los árboles de Navidad, yo repartía juguetes de madera a los niños más necesitados, a cambio de ver la sonrisa de sus rostros… Poco a poco dejé de ser Nicolás y me convertí en Papa Noel, pero nunca he olvidado mi misión, aunque los demás parezcan creer que solo se trata de comprar cosas inútiles…

Me despedí de Don Nico. No pensaba que fuera Papa Noel quien me enseñara algo de lo que significa la Navidad…

sábado, 13 de diciembre de 2008

Un tonto en el trabajo


Esta semana encontré un artículo que explica varias de las cosas que han estado pasando en mi centro de trabajo. Como siempre, los estudiosos norteamericanos han descubierto algo de lo que todos sabiamos desde hace tiempo, pero que nadie se había atrevido a publicar antes.

El artículo es cortesía del blog "Empowerment": Haciendo clic en el enlace verán el post original.

Tiziana Casciaro y Miguel Sousa Lobo reportan un estudio en el que se investigaron más de 10,000 relaciones de trabajo encontrando que los compañeros de trabajo tienden a ser elegidos no por su capacidad sino por su simpatía. En la investigación se clasificaron a los compañeros de trabajo de acuerdo a cuatro arquetipos:

· El patán competente: sabe mucho pero nadie lo tolera
· El tonto simpático: no sabe mucho pero todo mundo lo quiere
· La estrella competente: es capaz y agradable
· El patán incompetente: ni sabe ni es agradable

El más interesante resultado de la investigación es que la gente prefiere tener como compañero de equipo a alguien que es un tonto simpático que a un patán competente. Los tontos simpáticos pueden llenar espacios entre grupos y personas que de otra forma impedirían la interacción.
La conclusión de los autores es que los managers debieran proteger a los tontos simpáticos asignándolos a posiciones donde su talento para llenar espacios no se desperdicie y ayudar a los patanes competentes a desarrollar habilidades sociales.
Es decir, ¡Protejamos a los tontos en el trabajo! Mi futuro depende de ello.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Diógenes, un tonto filósofo



Siguiendo con mi intención de mostrar ejemplos de los tontos que me han precedido en la tarea de mostrar al mundo que las cosas no son como los inteligentes las piensan, hoy narraré en mi tonto estilo la vida de Diógenes el Cínico, quien más que cínico, era tonto, como veremos a continuación:

Diógenes nació en Sinope, y era hijo de un ciudadano acomodado, como decimos de las personas que le hacen asco a los pobres, pero no quieren que los demás se enteren que son ricos. Precisamente para ver que hacía con la plata del papá, Diógenes consultó al oráculo. Como el oráculo da siempre respuestas inciertas, le respondió algo así como "Crea tus propios valores". Diógenes tomó la respuesta por el lado menos amable, y fue hallado culpable de falsificar monedas, hecho que le mereció la expulsión de la ciudad. Diógenes no lo sabía, pero el que lo botaran como a un perro era un anticipo de su destino. “Yo me voy, pero ustedes se van a tener que quedar” fueron sus palabras de despedida.

Rodando, rodando, llegó hasta Atenas, donde conoció a Antístenes, el fundador de los Cínicos. Ser cínico no era, como lo es hoy, un adjetivo destinado a nuestros políticos cada vez que los escuchamos defenderse de las acusaciones que les hacen. Un cínico era alguien que vivía la vida simple, sin complicaciones, tomando el ejemplo de un perro. Diógenes, como decíamos, se hizo discípulo de Antístenes, a pesar de que éste no quería tener discípulos y lo botaba de su lado por las buenas o por las malas.
Diógenes tomó entonces la forma de vivir de los cínicos, e instaló su domicilio en la plaza de Atenas. “Es tan buen sitio que hasta los dioses viven aquí” decía, refiriéndose a los templos de la plaza ateniense. Por lo demás, tener edificios públicos y templos le parecía a Diógenes un desperdicio de mármol y otros recursos.

Para Diógenes, la felicidad consistía en no codiciar nada y conformarse con la menor cantidad de bienes (gran ejemplo para toda la clase política). En su afán de desprenderse de todo lo superfluo, botó todo lo que tenía, y dormía en un tonel, siendo así el precursor de los “homeless” y del Cavo del 8. Un día, que estaba henchido de orgullo por no poseer nada, vió a un niño tomar agua haciendo pocillo con las manos, y exclamó: “Ah, pucha, todavía me sobraba algo”, y tiró su jarrito de barro.

Para alimentarse recurría sin pudor a la mendicidad, y aprendió a comer cualquier cosa, incluso carne cruda o descompuesta. Una vez uno de sus amigos tardaba más de lo habitual en darle las sobras de la semana, y Diógenes le dijo: “Ya, pues, que te estoy pidiendo para mi comida, no para mi entierro”.

Otra de sus gracias fue pasear en pleno día con una linterna. Cuando alguien le preguntaba que hacía, la respuesta era: “Busco a un hombre”. Esto le creó alguna mala fama, pues los atenienses empezaron a creer que estaba saliendo del closet, como se dice ahora.

También tuvo sus ratos malos. Durante un viaje, su barco fue atacado por piratas, y los terminaron vendiendo como esclavo en Creta. Su dueño le dio la libertad después de un tiempo. Con lo que se demuestra que no hay tonto sin suerte.

El más famoso de sus episodios ocurrió cuando estaba tomando el sol indispensable para mantener su famoso bronceado natural, y un grandote se le atravesó. “¿Tú quién eres?” le dijo. “Yo soy Alejandro Magno” le respondió, sorprendido de que no lo reconociera, a pesar de ser el dueño de toda Grecia y alrededores. Como Alejandro respetaba mucho a los filósofos, quiso mostrarse magnánimo y le dijo: “¿Hay algo que desees? Yo puedo proporcionártelo”. Diógenes, que en su vida aduló a nadie, no iba a empezar ahora, y le respondió: “Que te quites para un costado, que me estás tapando el sol”. Alejandro, aunque tenía el genio vivo y había mandado a varios a conversar con Plutón por menos que eso, quedó sorprendido y se retiró sintiendo un gran respeto por aquel que no le temía ni lo adulaba.

La muerte de Diógenes está envuelta en el misterio, aunque las historias todas se refieren a un fin tonto. Algunos dicen que murió intoxicado después de comer un pulpo crudo, otros refieren que simplemente se cansó de vivir y contuvo la respiración para no fastidiar a nadie. Por último, hay quien afirma que murió a consecuencia de las mordeduras de un perro. Yo no creo esta última. Los perros no son tan malagradecidos para morder a alguien que vive como ellos.

Me despido.
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